Manuel Estupiñán Verona
Ingenio, Las Palmas, España.
Manuel Estupiñán Verona nació el 7 de febrero de 1976. Comparte dos pasiones profesionales. Una de ellas es la psicología y otra la producción artística, especialmente en el campo de la música.

martes, 25 de mayo de 2010

¿Por qué?

Nunca lo pensó… hasta hoy no se le había ocurrido mirar hacia esa dirección en el viento de la duda…
Cuando las cosas son habituales se vuelven invisibles en sus más tiernos y magníficos detalles… no debería ser así…
Tal vez por eso nunca lo pensó hasta ahora. Tenían que pasar treinta y nueve años para que él fuese la persona que es ahora; para que en su andamiaje de individuo común se incluyera la etiqueta “padre de Daniel” y para que a su vez, Daniel tuviera ya cinco años.
Todo esto tuvo que confluir para que justo en este instante ocurriera el acto mental a modo de interrogación abierta…
Sus sentidos no podían evitarlo, no hubiera sido capaz de desviar su atención… Eso era impensable cuando se trataba de Daniel.
La pequeñísima boca de niño descubridor del mundo se dispuso para emitir la eterna y enorme pregunta. Así fue… con sus ojos de inocencia lustral se quedó parado en mitad de la acera, a la altura del número 7. Daniel siempre se agarraba de su mano para caminar por esa calle; y por eso sintió el tirón cuando éste se detuvo.
Cinco años de vida infantil tiraban fuertemente de su experiencia de treinta y nueve calendarios. Aquella voz aguda y limpia rompió el aire y el ruido de la ciudad. En metro y medio a la redonda todo ser vivo capaz pudo escuchar la pregunta: ¿por qué?
No supo qué contestar… Esperó unos segundos y mantuvo su mirada en los ojos de Daniel. Con un gesto suave elevó los hombros y frunció el ceño. Aquel gesto expresaba un clarísimo “no lo sé”.
Inmediatamente, los treinta y nueve calendarios y el lustro siguieron adelante. Daniel tendría que esperar algún tiempo para encontrar una respuesta que no le resultara incómoda.
Hasta ese momento, cada vez que Daniel paseara por la acera izquierda de esa calle, a la altura del número 7, se preguntaría por qué justo allí había un señor con ropa sucia y mirada triste que desde el suelo mantenía su mano derecha levantada, esperando que alguien dejase una moneda sospechosamente luminosa entre sus olvidados dedos de persona y de muerte inevitablemente anunciada…

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