Manuel Estupiñán Verona
Ingenio, Las Palmas, España.
Manuel Estupiñán Verona nació el 7 de febrero de 1976. Comparte dos pasiones profesionales. Una de ellas es la psicología y otra la producción artística, especialmente en el campo de la música.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Colección de espejos

Aquel hombre inconformista con todo y desprovisto de cautela dedicó su vida a estudiar la luz y aumentar su cosmopolita colección de espejos. Se trataba de una colección variada sin clasificación en relación a tamaños, estilos, formas o calidades. Así, por ejemplo, podíamos encontrar un espejo de bolsillo de los que se usan para retocar el maquillaje o localizar alguna pestaña rebelde que se descolgó de un ojo propio o ajeno… eso nunca se termina de saber en estos casos… También poseía espejos de gran tamaño procedentes en su mayoría de grandes salones olvidados por aquellos que algún día los habitaron, entiéndase, aquellos que habitaban los salones y por extensión, reflexión y reflejo habitaron irremediablemente los espejos.
Como puede comprobarse a tenor de los ejemplos que se exponen, esta colección era extremadamente variada en relación a las características de sus unidades componentes. Sin embargo, existía un orden de catálogo. Todas las unidades estaban clasificadas por su ciudad de procedencia y fechadas con el momento en el que habían sido adquiridas por el primer propietario conocido. De este modo, las etiquetas rotulaban fichas tales como E-Madrid-12/03/1947, E-Roma-23/06/1974, E-Bourges-03/10/1937, E-Lisboa-21/05/1942, E-Tilburg-09/08/1910… Explicar este tipo de rótulos no es demasiado complejo. Ya se ha hablado del sistema de fechas de referencia y del lugar del mundo referido en cada etiqueta… grandes capitales en su mayoría, en conexión directa a las visitas que el señor había realizado a las mismas… Posiblemente a usted le reste conocer el origen de la letra “E” en el sistema de clasificación. Este aspecto se explica porque el señor empezó coleccionando espejos y cristales. Por esta razón a los espejos les correspondía una “E” y a los cristales les correspondía una “C” en sus respectivas fichas. Esto era muy importante si se tiene en cuenta las diferentes formas de comportamiento de la luz en un espejo VS cristal, e igualmente toma una rotunda funcionalidad considerando que absolutamente todas las unidades se guardaban cubiertas por una tela opacamente negra, si me permiten la redundancia del adverbio en este caso. Bastaron unas pocas semanas para que el señor desistiera de la labor de colección de cristales y se terminara especializando en la colección exclusiva de espejos. Los cristales eran más difíciles de conservar en perfectas condiciones y la variedad era considerablemente más amplia, no siendo lo suficientemente importante el volumen que presumiblemente sería capaz de reunir el señor, según su propio criterio. Así que con este antecedente de origen, su colección de espejos fue creciendo. Al principio sólo procuraba aumentarla en unas dos o tres unidades al mes; pero en poco tiempo se vio dominado por un aterrador impulso de dependencia que precisaba saciar a razón de diez o más unidades cada semana. Esto lo fue complicando todo, no solamente por la disponibilidad de espacios en la casa, sino también por la dificultad de encontrar las telas negras con las que cubrir los espejos para su adecuada conservación. Como pueden comprender, la cuestión de las fichas era una preocupación menor.
El señor procedió a comprar acciones en la industria de la fabricación de tejidos. De este modo se aseguraba el suministro de telas negras. Esta decisión fue objeto de discusión, críticas y desencuentros varios con su esposa, que no terminaba de convencerse de la idoneidad de semejante inversión de valores en bolsa. Sin embargo, la señora tuvo que aceptar resignada la iniciativa del señor, ya que éste no le reprochaba que ella se hubiera introducido en el afamado mundo de la colección de ceniceros; y lo que es peor, que hubiese empezado a reunir sospechosamente algunas partes metálicas de los encendedores ya gastados e inservibles.
En cuanto al problema del espacio, el señor decidió reconvertir las habitaciones de la casa en improvisados depósitos; pero con el paso del tiempo, esto no fue suficiente. Optó por resolver el problema del siguiente modo. Decidió vender su automóvil Volkswagen Beetle modelo Type 2 del 50 para invertir el dinero en la adquisición de un pequeño invernadero abandonado, el cuál convirtió en almacén al uso después de varias semanas de trabajo y dedicación casi exclusiva.
El señor envejeció coleccionando espejos. Con el paso de los años fue necesaria la adquisición de los solares aledaños al almacén y el acondicionamiento de los mismos. Era perfectamente consciente de los sacrificios que realizaba pero no le importaba porque se sentía inmensamente feliz paseando por las extensas galerías y echando un vistazo al interior de E-Veracruz-03/09/1967 para escuchar un Mariachi interpretando rancheras de José Alfredo Jiménez y respirar el aroma del pozole seco en los puestos del Boulevard Manuel Ávila Camacho… o asomándose a E-París-17/02/1958 para ver a un joven estudiante de bellas artes que plasma en su lienzo la flamante fachada de Notre Dame vista desde el Petit Ponte… o mirar detenidamente dentro de E-Montevideo-07/11/1980 y observar la huída estrepitosa de un grupo de palomas que picoteaban las viejas aceras de la Avenida Libertador…
Nadie sabe por qué el señor nunca quiso tener un espejo de su propia ciudad de residencia. Tal vez le parecía impropio, paradójico o redundante el poder asomarse a un espejo de estas características y ver lo mismo que veía fuera.
Este señor murió solo. Su esposa lo abandonó pocos días después de mantener una fuerte discusión motivada por la adquisición de un cenicero cuyo fondo era un pequeñísimo y circular espejito sucio y sin brillo. En la demanda de separación alegaron de mutuo acuerdo “diferencias irreconciliables”, paradoja irreparable como pocas.

El único descendiente del matrimonio, un hijo varón, miró siempre con recelo las aficiones tan poco comunes de sus progenitores. Sin embargo decidió conservar el gran almacén, que quedó cerrado durante años. Ahora la preocupación del hijo se centra en que ha sido padre de un niño inquieto y curioso que con apenas dos años y medio ha comenzado a juntar peligrosamente pedacitos de pañal y bolas de sonajeros rotos…

lunes, 13 de septiembre de 2010

Ortografía vital

El señor Redundancia se dirige sutilmente al señor Paradoja y le dice al oído para molestarlo: “sobre gustos no hay nada escrito”… Inmediatamente el señor Paradoja se apresura a buscar lápiz y papel y escribe la frase que el señor Redundancia le ha dicho: “sobre gustos no hay nada escrito”… Así es como el señor Paradoja le roba protagonismo y presencia al señor Redundancia… Pero este último no pierde oportunidad; ya que fiel a su naturaleza vuelve a repetir la frase sutilmente al oído del señor Paradoja… Y es que en todos los círculos, esquinas, comas y demás signos de puntuación del vecindario es sabido que el señor Redundancia nunca se ocupó de contemplar valores de verdad; y de todos modos, al señor Paradoja la dichosa frase ya no le molesta… Así que todos contentos se retiran a sus cuartos esperando escuchar el bostezo pronunciado de la señora Onomatopeya, la risa exagerada del señor Hipérbole y el desordenado caminar que irremediablemente el señor Hipérbaton desarrolla por el viejo pasillo de entrada a la casa… Afortunadamente la señora Sinalefa se ha ocupado de acostar a los hijos que tiene en común con este bebedor compulsivo y bohemio… De este modo; Tmesis, Paréntesis, Anástrofe e Histerología seguirán por algunos años sin conocer la verdad sobre los hábitos nocturnos y poco aconsejables de su desorganizado progenitor.


lunes, 12 de julio de 2010

Acerca del bienestar espontáneo

Hay lugares, rincones, estancias de lo cotidiano que por alguna extraña razón, en repetidas ocasiones que no solemos elegir nosotros, se convierten en retiros del bienestar inusualmente improvisado y espontáneo… Sucede que nos sorprende este extraño acontecer en los momentos menos importantes y sin embargo significativos e imprescindibles de la jornada… Entramos a casa un viernes a las cinco y veinte de la tarde y ese instante ni siquiera nos alcanza al impulso de poder cerrar la puerta… La dejamos ad libitum mientras permanecemos de pie en la entrada, observando el dibujo de la claridad sobre las piezas del suelo; y brindamos en silencio y sin copa… es una celebración interna e íntima acompasada por la tranquilidad con la que el viento se presenta protestando fuera y el sosiego se expande justo en la esquina de la pared donde pedazos de sombra, pelusas irregulares y restos de arena de no sé qué país se acumulan en una inesperada comunión sin dioses ni creencias… A veces se repite la experiencia de manera parecida pero siempre diferente… por ejemplo al poco de levantarnos un sábado por la mañana… o aproximadamente entre las tres y media y las cuatro menos veinte del domingo por la tarde… no siendo importante la cantidad de espejos que haya en la casa… ni el porcentaje de humedad en el aire… Aparece de igual modo un miércoles a las siete y diez de la tarde… Es curioso pero estos momentos tienen una extraña predilección por las segundas partes del día… al menos en mi caso particular… y en el de otros informantes anónimos… Pongamos por caso otro ejemplo altamente referido por individuos de diferente género… Entramos en el traspatio para tender la colada y empezamos a percibirlo tiernamente en el olor de las piezas de ropa recién lavadas… Nada importa la marca de su producto para el lavado ni la cantidad estimada de suavizante. Igualmente he observado que no se establece variable constante en función del tipo de colada; entiéndase, ropa blanca VS ropa negra VS ropa de color. Paradójicamente, uno tiende a pensar que es más significativo el posible y siempre triste hecho de haber transcurrido demasiado tiempo desde la terminación del programa de lavado; perdiéndose por tanto en cierta medida (porcentaje no estimado) la frescura del aroma. De cualquier modo, seguimos con la tarea del tendido de las prendas y nos sentimos extraña e inesperadamente a gusto a pesar de la tediosidad que suele acompañar al simple acto de pensar que hacemos algo porque debemos hacerlo… Ya se sabe… lavar la loza, planchar, hacer la cama, cambiar las sábanas, barrer… tender la ropa… Es un misterio por qué ocurre de este modo. Me refiero lógicamente a que unas veces no pasamos de la sensación primaria de hastío incluso aún sin iniciar la tarea; y en otras ocasiones se desarrolla esta extraña y paradójica experiencia de tranquilidad y bienestar… ese gusto por lo propiamente cotidiano… Considero firmemente la posibilidad de establecer un grupo de investigación con expertos en las diferentes materias y por supuesto con carácter multidisplinar… Entiéndase, personal de administración de hoteles y casas rurales, solteros y solteras con experiencia de soledad constatable de al menos tres años continuados o cinco alternos, amos y amas de casa, viudos y viudas y otras categorías aún por determinar; amén de un grupo de control sin cortes de edad o género formado aleatoriamente por sujetos que estén dispuestos a exponerse masivamente a situaciones de ensayo-error de diversa índole. Por favor, interesados en participar remitan sus datos personales e información de contacto a la siguiente dirección de email: unavezporlamañana@domingosporlatarde.org indicándonos si se ofrece para miembro del grupo de investigación o para sujeto de experimentación. Se les responderá a la mayor brevedad.

martes, 25 de mayo de 2010

Tareas de múltiple intento

Presumo que en una más que amplia mayoría, los lectores de estas líneas estarán de acuerdo con la idea de que hay actividades, asuntos y cuestiones que, por regla general, precisan de varios intentos para que el ejecutante interesado quede satisfecho con el resultado y dé por concluida la tarea.

Me refiero a cosas tales como girar un tapón de rosca, quitar los restos de migas de pan de la mesa, limpiar el espejo del baño, secarse las manos, quitarse las legañas de los ojos, escribir, aprender a escribir, pronunciar palabras de algún idioma menos familiar, ser y estar sin diferencia, freír un huevo sin estrés, bailar sin contar los pasos ni mirar los pies, dejar la mente en blanco, amar de verdad a alguien, amar a alguien de verdad, amar simplemente, creer en las cosas, en la gente, en la vida, en la muerte… pensar en las cosas, en la gente, en la vida, en la muerte… observar en silencio, escuchar en silencio, buscar el propio silencio, provocar el silencio en ti mismo, en otra persona, en los demás o en todos a la vez… dar por finalizado un texto…

El despertar de Pierre

Pierre no da crédito… “No es cierto… no puede ser verdad…” Sus dilatadas pupilas recogen lo que la luz refleja delante del espejo… Su mente le dicta definitivamente que apenas ha debido transcurrir una hora desde la última vez… Delante del mismo espejo, la cuchilla afilada avanzaba como una muerte dulce… dejando limpia su piel… su cara restó años… Lo puede recordar perfectamente… Después de recorrer los espacios más sencillos, pasó cuidadosamente al detalle de los lugares complicados… como siempre… A pesar del consejo de los entendidos… él siempre lo hizo igual… directamente hacia arriba… a contrapelo… después de la ducha… sin prisa y con agua muy caliente… Pero algo extraño debió suceder… Su mente repite el recuerdo y parece que no da crédito a lo que ahora ven sus ojos en ese increíble reflejo… ¿qué le ha pasado al tiempo…?
Vuelve a pensar… “Aclara tus ideas…” se repite a sí mismo en un intento de rescate frustrado… Tiene claro que siguió el ritual de siempre… lo recuerda… “¿qué ha pasado? Fue hace apenas una hora…”
Tal vez se ha dormido… pero ¿cuánto tiempo ha debido dormir para que vuelva a crecer tanto? “No puede ser…” Pierre piensa… pero no consigue entenderlo…
Ahora busca indicadores que le ayuden a comprender… una guía… una hipótesis… algo…
A través del espejo de la cómoda, investiga la habitación del hostal… No reconoce el lugar… le cuesta… Sólo parece entender algunos rincones que anuncian lo que pasó anoche…
La cama está arrugada. Unos minutos antes su cuerpo había reposado en ella… pero no estaba deshecha… Sólo una almohada blanda y sin forma aparece descubierta… La colcha de colores diversos y muy gastados declaraba inexcusable el bajo coste de la reserva que había resuelto de manera inmediata… Fue una solución de última hora… Ahora recordaba algo… la borrosa imagen de una cara… un hombre con grandes ojeras y unas gafas con caída hacia la punta de una nariz prominente… Le miraba por encima de los cristales con las cejas elevadas y la frente arrugada… Se le rompe el recuerdo… la interferencia le lleva de la frente arrugada a la visión más actual y desenfocada de la colcha…
Sigue investigando a través del espejo… un vaso on the rock sobre la mesilla de noche… al lado de un mando easy control con sólo tres botones… ya se sabe… “up”, “down” y “menu”… Otra vez la evidencia del caché de un hostal barato entre Anvers y Pigalle… Ahora vuelve a recordar… El aliento empaña el cristal… pero es una evidencia más… El vaso está oscuro… tintado… En el suelo descansa inerte la botella de Bordeaux… Evita la vista… Una arcada parece asomar, pero Pierre la esconde… abre rápidamente el grifo y pone las manos bajo el chorro de agua fría… Pasa las manos por su cara y vuelve a mirar… Todo sigue igual… sus ojos hinchados vuelven a mirar fijamente inspeccionando su barba que emerge cuál si hubiera pasado un día desde la última vez… pero Pierre cree recordar que lo último que hizo fue justamente corregir esa sombra de su cara… “no puede ser” repite por dentro… Cierra el grifo, y se da la vuelta con las manos mojadas… Seca sus manos en el pelo y deja que la palma fresca repose obligada en la nuca… Ahora empieza a entenderlo… Observa la maleta abierta en el suelo pero casi sin deshacer… Reposa sobre una alfombra grisácea en la que recuerda que sus pies jugaron a dibujar con los dedos mientras se sentaba en la cama dando los últimos sorbos al vino… Ahora ve la tableta de valium en el suelo, al lado de la camisa… se apresura a la evidencia… faltan dos unidades en el bloque de pastillas… Sí, ya lo recuerda… llegó muy tarde… En el último momento tuvo que cambiar su vuelo… Fue imposible volar directo a Orly… y se decidió por un trayecto a Charles de Gaulle…
El RER salió directo a Gare du Nord… Allí debió coger la línea 4 hacia Porte de Clignancourt y hacer trasbordo en Barbés Rochechouart con la 2 hacia Porte Dauphine… A sólo dos paradas de Barbés llegó a Pigalle y salió del metro… Arrastraba su maleta y llevaba la chaqueta puesta por no tener las manos ocupadas, pero el esfuerzo le hacía sudar irremediablemente… Sentía los pies inflados por el vuelo, pero era previsor y había escogido unos zapatos cómodos.
Vuelve a tomar conciencia mientras mira los zapatos en el suelo, al otro lado de la cama… Sigue siendo confuso recordar, pero ahora está más despierto… El estómago le pasa factura… Pierre sigue recordando… Caminó de vuelta hacia Anvers… ya que se había pasado esa parada desde Barbés, por eso llegó a Pigalle… porque estaba tan cansado que se despistó con el runruneo del metro a esas horas de la noche parisina…
Ahora recuerda el cartel… “Chambre, bas coût – Room, low cost”… y recuerda nuevamente al señor de gafas y ceño fruncido… Llegó a la habitación cansado pero con ánimo de salir… Decidió afeitarse y buscar un bistro abierto… o tal vez sería más probable encontrar uno de esos sitios donde poder comprar un kebab…
Pero no llegó a salir… de camino hacia Anvers compró la botella de Bordeaux y la metió en la maleta… Después de la ducha se afeitó… y seguidamente quiso coger una camisa limpia para vestirse y salir… pero al abrir la maleta vio la botella… En un primer momento se resistió, debía comer algo antes… pero con el frescor del after shave en su rostro y en ropa interior se acercó al mini bar… Allí estaba, sobre la repisa, un vaso on the rock limpio, un abridor multiusos y la ficha que nadie usa para apuntar y declarar confesando el consumo con una marca al lado del producto…
Vuelve a mirar en la habitación… allí está la ficha… sin marcas, sobre la repisa del minibar… también el abridor, al lado del vaso, encima de la mesilla de noche…
Ya termina de recordarlo todo… Pierre empezó a tomar el vino francés en compañía de la TV… y después de media botella comenzó a notar el dolor de cabeza… Pero aún así, como de costumbre, siguió tomando… Sus últimos recuerdos vuelven a los últimos sorbos de vino, acompañados de dos píldoras de valium… Después del último trago, programó el Time off de la TV y se tumbó sobre la cama sin descubrir la colcha… No hace falta recordar nada más…
Son las 11:27 de la mañana y debe abandonar la habitación antes de las 12:00… Pierre tiene que volver al metro de París, arrastrando su maleta… Le esperan en Saint Germain des-Prés para que entregue el borrador de su último proyecto… El trabajo está terminado hace días y el acuerdo ya estaba cerrado meses antes… Aún así; Pierre sabe que la resaca le pasará factura… Afortunadamente, siempre le quedará el consuelo de los cafés que bordean el Boulevard Saint Germain y el ambiente bullicioso de la noche en el Quarter Latin… Saint Michel… Rue de la Huchette, Rue Saint Séverin, y la bohemia transtemporal de París…

¿Por qué?

Nunca lo pensó… hasta hoy no se le había ocurrido mirar hacia esa dirección en el viento de la duda…
Cuando las cosas son habituales se vuelven invisibles en sus más tiernos y magníficos detalles… no debería ser así…
Tal vez por eso nunca lo pensó hasta ahora. Tenían que pasar treinta y nueve años para que él fuese la persona que es ahora; para que en su andamiaje de individuo común se incluyera la etiqueta “padre de Daniel” y para que a su vez, Daniel tuviera ya cinco años.
Todo esto tuvo que confluir para que justo en este instante ocurriera el acto mental a modo de interrogación abierta…
Sus sentidos no podían evitarlo, no hubiera sido capaz de desviar su atención… Eso era impensable cuando se trataba de Daniel.
La pequeñísima boca de niño descubridor del mundo se dispuso para emitir la eterna y enorme pregunta. Así fue… con sus ojos de inocencia lustral se quedó parado en mitad de la acera, a la altura del número 7. Daniel siempre se agarraba de su mano para caminar por esa calle; y por eso sintió el tirón cuando éste se detuvo.
Cinco años de vida infantil tiraban fuertemente de su experiencia de treinta y nueve calendarios. Aquella voz aguda y limpia rompió el aire y el ruido de la ciudad. En metro y medio a la redonda todo ser vivo capaz pudo escuchar la pregunta: ¿por qué?
No supo qué contestar… Esperó unos segundos y mantuvo su mirada en los ojos de Daniel. Con un gesto suave elevó los hombros y frunció el ceño. Aquel gesto expresaba un clarísimo “no lo sé”.
Inmediatamente, los treinta y nueve calendarios y el lustro siguieron adelante. Daniel tendría que esperar algún tiempo para encontrar una respuesta que no le resultara incómoda.
Hasta ese momento, cada vez que Daniel paseara por la acera izquierda de esa calle, a la altura del número 7, se preguntaría por qué justo allí había un señor con ropa sucia y mirada triste que desde el suelo mantenía su mano derecha levantada, esperando que alguien dejase una moneda sospechosamente luminosa entre sus olvidados dedos de persona y de muerte inevitablemente anunciada…

Presunción de culpabilidad

- Se le acusa de inocencia en primer grado y de ignorancia en grado de tentativa. ¿Cómo se declara el acusado?

[Acusado]: “Inocente, señoría... soy inocente... sé que lo soy...”

- Que conste en acta que el acusado se declara inocente. Por tanto, ha confesado su culpa dando muestras de ignorancia consumada.

Aún así se procederá a emitir un veredicto por parte de un jurado no popular constituido por no más de una persona, que en este caso será alguien que a la vez represente a la propia acusación.
La sentencia está dictada con fecha del día antes a la comisión del delito según consta en el registro de entrada. Se condena al acusado a tres penas de nacimiento consecutivas.
Hasta la publicación de este auto se respetará en todo momento la presunción de culpabilidad del individuo; quedando en libertad sin fianza ni vigilancia posible.
Para que conste a los efectos oportunos.

Firmado: El ser humano.

En el anti-mundo, sin fecha conocida.

Muertes

He vuelto a morir ayer... sin duda, algo pasó... Creo incluso que hoy mismo ya percibo otra muerte cerca...

Ahora resulta que se muere muchas veces... Me he dado cuenta.

Son muertes de todo tipo. Me sucede que muero a cualquier hora y en cualquier lugar, de manera repetida y sin que el renacimiento sea condición “sine qua non” para ello...

No encuentro atractivo alguno en el hecho de morir... No al menos de este modo.

La cosa es que si la muerte no se vive (o no se muere) como muerte total, entiéndase “después de eso no hay nada” o mejor dicho, “la nada es lo único que hay después”; entonces ocurre que el sentido de morir se transforma...

Así que creo que muero a ratos, de cualquier modo, en cualquier parte, por alguna razón cualquiera, diferente o repetida, no importa... pero son muertes vacías, no tienen valor de muerte...

Tendré que seguir muriendo por partes hasta que por fin muera verdaderamente y no pueda darme cuenta... Esa será la única muerte... sobre la que no podré pensar...


Muerte con vino

De la noche tus ojos me refugian almas negras…

La interminable niebla envejecida en putrefactas barricas mudas… que esperan la boca eterna y consumidora de vicio… aquella boca que hará salir la eternidad hablada, la palabra dulce, la vida eterna antes que dios-con-minúsculas…

Su voz susurra los sabores viejos…

Su boca miente la verdad eterna…

Sus ojos ven lo que la vida esconde en apagadas luces que no quieren verse… terribles, eternas de nuevo, sin poder morir porque la muerte apaga toda luz eterna… invisible entonces…

Cierro los ojos pero aún no he muerto…

¿Qué misterio me espera para desaparecer por fin…?

Silencio…


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